lunes, 29 de agosto de 2011

Ciudad

Una multitud anónima (y valiente) me sabotea,

 con sus hospitales que me enferman
                 con sus puertas automáticas que me guillotinan
                  y escaleras mecánicas que me engordan

con sus sonrisas que me entristecen
            con sus restoranes que me envenenan
            y sus bancos que me roban
 
con su música que me embrutece,
            me voy adormeciendo,
     hasta que mi cara se empaña y paso a ser una mancha, un error esperado,
                            dentro de la multitud.


 

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