Una multitud anónima (y valiente) me sabotea,
con sus hospitales que me enferman
con sus puertas automáticas que me guillotinan
y escaleras mecánicas que me engordan
con sus sonrisas que me entristecen
con sus restoranes que me envenenan
y sus bancos que me roban
con su música que me embrutece,
me voy adormeciendo,
hasta que mi cara se empaña y paso a ser una mancha, un error esperado,
dentro de la multitud.
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